El rincón de Beatriz Gómez

El rincón de Beatriz Gómez
Segunda presentación del Tercer Testamento

martes, 30 de septiembre de 2014

MISCELÁNEA DE RELATOS CORTOS


¿Se puede engañar al corazón?

Por Beatriz Gómez

Bajo pensamientos infames creí matar de suspiros todo lo que un día nació; pero después de un lapso vuelvo a presentir la confinidad de mi gato rebujado.
Fueron muchos los días de conversación incesante, las risas apetitosas que engrandecían nuestro paladar, las miradas furtivas para buscar un beso con miedo, las confesiones y las situaciones que despertaron nuestro deseo.
Fueron días, fueron noches… fue tiempo que no estaba perdido.
Fue la inspiración en temporada cálida, fue un soplo de aire fresco cuando menos lo esperaba y más lo necesitaba.
Fue ironía, fue pasión bajo las sábanas…
Fue confianza, fue coincidencia, fue un amor que se quedó grabado en las hojas de existencia.
Y hoy regresas. Vuelves tras el abismo  para hacerme sonreír con tu recuerdo.
Vuelves sin habértelo pedido y sin yo quererlo.
Vuelves porque la inocencia cristaliza esos episodios que vivimos.
Y ya no gris, se ha borrado todo lo oscuro que se expandió cuando te fuiste.
Y nuevamente me inspiras con tu regreso. Me envuelves con el abrazo de luz que me enamoró aquel día del recuerdo, cuando no éramos amantes, ni amigos. Cuando no éramos nada…
Sólo dos extraños que en medio de su rareza se encontraron.
Pero contigo conocí otra clase de sentimiento. Más real, más humano… definitivo para un nuevo comienzo.
Hemos vivido condicionantes, aceptando las reglas de la vida. Superando sentimientos escondidos que siempre terminan flotando como partículas.
Somos la energía que se encuentra. Somos polos opuestos que se necesitan.




Por Beatriz Gómez

Vacío mi alma de tormenta para verter cariño con plenitud.
Hoy me desprendo de ti. Sales por la puerta de mis pensamientos para volar alto y alejarte de la mujer que más te amo.
Me olvido. Me libero. Vuelvo a otra realidad que reluce, me conquista.
Salgo a la calle con el rosto áureo fulgurante por la despedida que nos separará para siempre.
He despejado mi existencia, mientras, tú flotas y yo me pauso serena en la tierra.
Te observo; mirando como se aleja tu espíritu atormentado.
Pronto te perderé de vista y mis sesos ya no recordarán más instantes deslucidos.
Corazón frustado y decrépito,- ¡qué solitario estás!- No respiras…, te ahogas con el aire mientras sigues flotando, alejándote de mis pensamientos, mientras el único arrepentimiento que me persigue, es el no haberte alejado antes de mi conciencia.


Por Beatriz Gómez

Me temes.
 Me temes porque soy la única que descubre tus misterios aislados.
 Porque en cada puñal de indiferencia que me clavas veo tu miedo. Porque soy capaz de desnudarte el alma con un solo suspiro. Porque puedo arrancarte las lágrimas con un solo gesto, con una sola mirada tan adherida y recalcitrante capaz de inmovilizar al más fuerte de todos los campeadores.
Tú, mi ser poderoso e indomable, me temes a mí; a la doncella que ha sido capaz de amarte con todos tus defectos y lastres punzantes.
Le temes al amor en mi Reino, porque toda la fiereza que te envuelve se desmorona cuando camino frente a ti.
Le temes al desafío,  le temes a mi escasa cortedad; esa que me ha permitido amar a un monstruo que está lleno de fantasmas del pasado de los que no se desprenderá nunca.
Tú, ser poderoso e indomable, has malogrado tu dicha.
Perdiste en el aquel preciso instante, en el que tu cobardía devoró tu poder.




Por Beatriz Gómez

Como una brújula perdida  devastada por el tiempo, verás ante ti  una felicidad que me conmueve.  Deplorarás que ya no eres mi reflejo; mi lado cristalizado donde depositaba mi esperanza.
Nunca fuiste guerrero de batallas, tu ser no luchó por una victoria, porque creías que estaba ganada.
Efímero esfuerzo al levantar tu escudo que me dijo con palabras mudas que te rendías mientras yo secaba mis lágrimas.
Me instalé en una burbuja cuando vi con destreza tu alusión, mientras temblaba de ironía apartando la vista de un órgano de roca que no se estimulaba con nada.
Fui destronada entre miradas frías y un deshielo que se caía. Todo se volvió abstracto,  oblicuo…  borrando todos los puntos cardinales.
Me senté a esperar… a esperar que tus días no tuvieran sentido, a que tus sueños perturbaran las noches, a que tus ojos lloraran sin lágrimas entre la multitud y sólo yo rezumara al unísono contigo un llanto seco de tristeza.
Me senté a esperar a que regalaras tus besos, a que tu conciencia tuviera más peso, a que recordaras todo lo que sentí.
Sigo esperando…mirando  tras el cristal de la vida, viendo como pasa el tiempo y te equivocas de amantes, de amigas, de compañeras y de personas…
Tengo todo el tiempo del mundo para esperar..., pero tal vez tú, no lo tengas para recuperarme.


Por Beatriz Gómez

Mi subconsciente se abre. Necesita salir. Airearse fuera de casa; un paseo involuntario nunca viene mal...
Hoy es uno de esos días en que mis letras se convierten en obras de arte porque la murria choca contra las paredes de mi "yo" más interno.
Hace tiempo que tiré a la basura el ego, convertido en desecho amarescente que destruyó mi pasado. En ese período de tiempo bebí tantas lágrimas que hicieron que me replanteara mi destino.
He sido dura y aunque yo pensaba que valiente, resultó ser adverso; fui cobarde, pero eso me lo ha enseñado el tiempo.
Ironía inversa de un subconsciente poco astuto, pero sí lo suficiente severo para acabar con mi lozanía.
El orgullo egoísta, uno de mis principales defectos, despedazaron ansiosos cada uno de mis sentidos. Útiles para un nuevo comienzo, aunque más que eso, yo diría que necesarios...
Vida seglar eclipsada que no  se preocupaba de buscar luz, mientras la esclavitud no se liberaba de la fértil carga maliciosa.
Esas cadenas, también se aflojaron con el tiempo...
Se repetía una y otra vez el mismo guión con distinto personaje, siempre con las mismas pautas; sigilosas pero extremas, constantes y abrumadoras, delirantes y malditas... maleantes aferrados a mi cerebro.
Con los años, le aplaudí al tiempo, me acerqué y me adherí a él.
Él, me empujó con fuerza, pero después de decirme al oído el porqué de mis equivocaciones, para que el arrepentimiento, jamás fuera en vano...





Por Beatriz Gómez
La brisa sonrojaba sus mejillas y la punta de su nariz se había teñido del color del amor, su largo cuello estaba cubierto por un fino pañuelo de seda que protegía su garganta, unas enormes gafas color champán recubrían sus ojos impidiendo que el airecillo se colara en sus pupilas y sus manos se abrigaban en unas fundas de lana con cinco agujeros por donde introducía los dedos, debía tenerlas heladas porque las guardaba en sus bolsillos.
Pero ella permanecía inmóvil; aguantaba el frío que helaba sus huesos, no quería huir de aquel lugar.
Provenía de lejos; volaba de un lado a otro y terminaba acariciando el pabellón externo, con qué facilidad se desplazaba por el canal que lo conducía a su nervio auditivo y allí permanecía; alejándola del mundo, emergida en una inmensa paz.
Podría quedarse así cientos de años; disfrutando de la melodía que rozaba sus oídos, perdida en su soledad en aquel pueblito de Irlanda, escuchando el fantástico canto de sus delfines.



Por Beatriz Gómez

Un maldito interrogante me invade.
 Mi animal instintivo me ha hecho morder el polvo, sucumbida por los encantos australopitecos de un hombre sin corazón.
Hoy por enésima vez caigo, y presa del miedo que me hará levantarme, dejo de creer en la fe que me ha acompañado durante años.
No sé que tanto mal hice en mi otra vida para ser cabeza de reno en ésta.
Asustada, temiendo por todo lo que he dejado atrás, siento que hoy me han hecho un terrible daño, y no fue el hombre de los ojos dorados sino el mismo Cielo.
Vacío perpetuo en el pecho, como si me hubiesen arrancado el corazón, dolor de inframundo que deposita cristales en mis ojos, vengándose de mi existencia.
Me costó apostar por los sentimientos, y cuando creí en ellos, mi mundo se desvaneció.
Me obligaste a pensar que amar es gerundio: "No hay tiempo,  persona, ni  modo de conjugarlo".
Por eso estas ansias de correr y esconderme, donde los pensamientos no persigan más una estancia gris, marchita y dolorida, donde la pena se lleva todas las medallas.
El Marzo más gris de todos los tiempos, donde la primavera le ha borrado todo el color.
No sé si creer en una esperanza y pedirles a los ángeles que me regalen un suspiro.
Ya no sé cuanto más tengo que esperar, y esperar, es algo que quizás nunca llegue, porque los silencios tienen el mismo valor que las falsas esperanzas.
Estás seco por dentro. Vacío. Y así mismo me has dejado a mí, vacía y sin sentido.
No quiero recordar los momentos a tu lado, donde brillaba la luz del amor.
Tantas locuras que me llevaron al borde de la inconsciencia… no debí seguir tu rastro, no debí suspirar nunca por ti.
Y yo me callo y trago, trago, hasta ahogarme con mi propio orgullo.
 Jamás imaginé que descubriría la tristeza en el lugar que fui tan feliz. Ni estas líneas consuelan mi desahogo, porque me persiguen las sombras, esas que apagaron todos mis días de luz.
Ahora sé que existe el amor más extraño, más ridículo; pero siento, mi corazón late y mis ojos agudos desprenden lagunas de pena, de una profunda pena…
Hice una apuesta donde aposté el corazón a cambio de ilusiones y es como viajar en el tiempo, recordar un pasado, donde los pensamientos son perpetuos y marginadores.
Ahora me iré sin billete de vuelta, y no sé si mi destino me pedirá retorno, pero no quiero volver a esta ironía perversa.
Quizás lo más que duela, es que sé, que nunca te arrepentirás…


Por Beatriz Gómez
Bebo sorbo a sorbo el champán de tus ojos y me ajumo. Estoy al límite de mi deseo, me marginan tus pupilas ardorosas que me adormecen entre caricias de algodón; me dominan tus instintos, tan varoniles y entregados...
Eres mi otra piel, la que nace de mi desnudo cuando me acaricias.
Siento como mi pálpito corre más deprisa cuando humedeces mi cuello. Amanezco plácida entre robustas extremidades repletas de terciopelo; abrigada con fuerza, desvanecida de amor.
Vuelvo a tomar de tu mirada en el alba, acariciada de brillo y esperanza, volviéndose mi reflejo, donde puedo mirar cada día mi mundo de felicidad...




Por Beatriz Gómez


Quisiera amor, que los días no fueran tan largos para encontrarme con tu sonrisa.

Las noches que duermes a mi lado, son eternas en el abismo de mí ser. Es tu mirada color miel la dulzura que me traspasa cuando amanezco entre las sombras.
Un día sin ti es insondable, lejano en mis retinas,  ajeno a la realidad.
Anhelo tus manos, tan enérgicas y compactas que se unen fuerte a las mías para llevarme a los rincones escondidos que ocultan nuestro deseo.
Quisiera permanecer en ellas, nunca antes me había sentido tan segura acariciando sus dorsos.
Eres indescriptible. Mis inseguridades desaparecen cuando me estrechas entre tus brazos, me miras afable y me robas un beso, un cálido ósculo que me hace subir a la bóveda celeste.
Afortunada soy de tenerte, pero tu hado es mayor que la mía. 
Nunca temas amor, mi conciencia es sólo tuya.

El día que dejes de tenerme, es porque el óbito me ha llevado a la otra vida.





Por Beatriz Gómez
Él  mantuvo la esperanza  y obtuvo su respuesta. 
 Así bien, se  había predicho su futuro  en aquella oscura noche que daba canguelo por cerrada, sin ningún destello en el firmamento, sin la tranquila luna que acompañara…
Cuando suceden estas cosas es mejor  avanzar hacia delante y no dejar que afloren  tus pensamientos en torno a  lo sucedido, no te dejan vivir en paz, son perversos, dañinos, castigadores para cualquier ser humano, frase continuamente repetida por  la persona que más lo conocía; pero no escuchaba, no dejaba que entrara por sus oídos el sonido de un beneficioso consejo, algo que le ayudaría a sentirse sereno, confiado, más firme en torno a sus pensamientos.

Era terco, nadie podía ayudarle, estaba metido en su burbuja particular, y de allí no salía. 




Por Beatriz Gómez

Cuando despertó las gotas salinas brotaron. Humedecieron ingrávidas las mejillas aterciopeladas que redondeaban su cálido rostro.
Sus manos gélidas y temblorosas buscaban consuelo en la alcochada almohada de calicó que conservaba desde niña. Debía distender...
Su séptimo sueño había resultado poco idílico, la melatonina muchas veces le jugaba una mala pasada.
La desesperación se apoderó de su cuerpo, agolpando y a empujones todo un mar de repentinas sensaciones que maleaban su cerebro.
Una situación abstracta que no obedecía a retorno.
Despavorida cruzó el umbral de la puerta que reflectante iluminaba la habitación.
La ducha empapaba los interrogantes que navegaban en sus neuronas.
Su instinto la incitaba a gritar, quizás aquella era la única manera de borrar su conciencia.
El vaho teñía los cristales que desfiguraban su tez. La sangre alterada expulsaba por su cuerpo goterones de sudor.
La sensación térmica la ahogaba; más presa que un animalito acorralado entre barrotes.
Su índice garabateaba en el espejo un mayúsculo interrogante, al mismo tiempo se sellaban sus ojos. Volvía a reencontrarse con la realidad.


Por Beatriz Gómez.
Mar de plata, con el poniente cubriendo tus aguas bravías; bailando al compás de los rayos de sol, engalanadas de blanco, seduciendo dulcemente un sábulo que se adormece en la costa...
Los ojos verdes que relucen en la inmensa llanura, vigilan desde lo alto, los besos de sablón y sal en las sombrías noches de verano, con ocasos tardíos, que convierten un cielo desembarazado en un manto que se alumbra de estrellas... 
Sus altos picos montuosos, descansan pánfilos, observando con nitidez el vestigio de los andares que relajan su voluptuosa silueta...
La brisa marina sube hasta lo alto, acariciando un rostro, donde la mirada color esperanza se vuelve gris cuando oscurece...
Un amor entre elementos; donde la tierra vive en paz siendo besada por el agua, siendo amada por el aire y siendo abrazada por el fuego que  desprende  cada rayo de Sol.




Por Beatriz Gómez.
Has diluido pensamientos recíprocos  que se niegan abandonar mis neuronas, los has sellado en papel, enterrado porque tu deseo es sentirte libre borrando tu asquerosa conciencia.
Me he sumido después de ser abrigada un duro invierno, después de haber deshojado margaritas una hermosa primavera donde sus pétalos afirmaban que perdurarías a mi lado…
No se caminar entre sombras porque me aterroriza la oscuridad, permanezco inmóvil deseosa de que me cubra la luz del Sol.
Expulso desesperada gotas salinas que se ahogan en mis labios para desaparecer en mi garganta, tiemblo porque me enloquece esta soledad.
Regresa el frío invierno, mi alma no soporta su hielo, mis pensamientos no están serenos porque tu recuerdo se hace constante. 
Estoy apagando mi vida,  seré la responsable si no continuo viviendo...
Frente al espejo veo mi mirada trastornada de dolor, cierro mis ojos, convierto mis manos en puños, invoco a la fuerza y en silencio tomo las riendas exterminando toda mi aflicción.

Por Beatriz Gómez:
Hoy estás muy linda, mi princesa de ojos azules.
Me encanta observarte y ver como te acercas al espejo para colorear tus labios y sonrojar tus mejillas; quieres ser la más guapa del baile.
Te apresuras en levantarte de la mesa; no pruebas los turrones porque quieres que tu vestido te quede ceñido como un guante.  Abandonas rápido a los que más te quieren, en esta noche alegre de Navidad.
Corres despavorida a la alcoba y sacas del armario el mejor de tus vestidos, ese azul añil que tanto iguala con tus ojos y que destaca en tu tez de terciopelo.
No me canso de mirarte; estás hermosa… desprendiendo esa fragancia afrutada que enamorará a todo el pasa a tu lado.
Es tu noche, brillarás como las estrellas.
Me miras insinuante y juntas tus labios fingiendo un dulce beso.
Quieres seducirme; más que en otras ocasiones, cuando no paro de embriagarme con tu bella silueta frente a mí.
Hoy serás mía, eternamente mía… te susurro en tus oídos.
¡Ven! Ven junto  a mí…
No dejas de mirarme y mientras te entregas, tus labios me piden besos mientras tus ojos se cierran de placer.
Amada mía… ¡Bienvenida a mi mundo! Sabía que no podías resistirte, y mucho menos  evitar enamorarte de tu muerte…


Por Beatriz Gómez.
Recuerdos de antaño, donde los atardeceres eran sombríos y el céfiro aireaba suavemente mis ojos.  Era entretiempo, estaba sola, intentando impugnar mis aflorados sentimientos. Indefensa, entre sollozos, mirando ensimismada, atónita; descubriendo por primera vez una cruda realidad.
Perpleja, cargaba mi dolor; con una cruz en mi espalda mientras nadaba  a contracorriente, enfrentando al bravío y peor de todos los mares, el encargado de ahogar mi rostro.
No existía fortaleza alguna para mi ser cargado de idiotismo, anclada en un sentimiento que dolía más que mil anzuelos distribuidos por  mi débil cuerpo.
Noches infinitas de cuatro interminables Lunas, donde le pedía en cada oscurecer a una de ellas que apagara mi tristeza. Días, eternos días…soñando anhelos vestidos de felicidad.
De repente, un rostro. Transpiran nuevamente todos los sentidos…
Te miro, y descubro que me tranquiliza contemplar tu mirada.  El cielo se para, desaparece el gris que hace llorar a las nubes y el Sol  me abraza con sus rayos para despertarme el  alma.  De mi cuerpo desnudo brota el terciopelo, lo arropa, lo viste de amor... mientras tú no dejas de mirarme, y se convirte en dulce todas mis amarguras…




Por Beatriz Gómez.

De corazón y científicamente Halley estaba convencida del trabajo realizado. Telefoneo a su cliente y le dio instrucciones para recibirlo. Algo delicado vería la luz en el recóndito y oscuro despacho que escondía debajo de las escaleras.  
Mientras se preparaba para mirarle a los ojos, abrió el grifo de la ducha y dejo que vaho oscureciera los cristales con la intensión de perderse en la humareda que producía el agua caldeada. Introdujo su cuerpo en la fuente de vida de la que brotaba un olor afrutado y cuando abrió los ojos sólo veía los pequeños cuadros psicodélicos que tenía en frente, a su alrededor… Rompió el silencio buscando el manantial para aclarar sus ideas, buceo entre interrogantes de desesperación por la tarea que se le avecinaba.
 Dos horas después allí estaba,  sentada en el viejo sofá, preparada para enfrentarse a un padre que ella misma destruiría. El sudor frío empapaba su frente mientras su mirada nublada presenciaba el iris azul y las pupilas dilatadas de aquel hombre que amaba en silencio.
Le invito a sentarse mientras le tranquilizaba aún sabiendo que ella sería la responsable de su desgracia. Titubeó antes de soltar nada y agarro fuerte su mano mientras  le prometía que siempre estaría a su lado.  Se armo de valor, y cuando la terrible noticia salió por su boca, se abalanzó sobre su cuerpo y entre llantos de desesperación aprovecho su consuelo para confesarle que le quería.




Por Beatriz Gómez:
Cálido, delicado, un abrazo fuerte en el regazo pero a la vez tan débil…
Bajo un manto de infinitos destellos te dejo contemplar mis ojos, lee a través de mis pupilas, descifra mis pensamientos; esos que te dirán cuanto he necesitado este abrazo.
Tu cuerpo me abriga esta noche fría,  la melodía de tus palabras se convierte en música de susurros tiernos en mis oídos.
No quiero que te alejes, que te difumines entre sombras porque la lejanía no tiene distancia, es interminable como un horizonte.
No me dejes sola,  no permitas que pierda el rumbo, puede hacerse demasiado tarde…
Abrázame de nuevo, aléjame de esta realidad, viste mis noches de interminables sueños que sólo vean cuando despierte el brillo de tu iris.
Guía mi sentimiento y si es amor deja que se quede en mi vida para siempre…





Por Beatriz Gómez
Nadie nace eterno...
Pero hoy he dibujado en mi camino el horizonte que me hará permanecer junto a tí por el resto de mis días, por el resto de mis noches, en las que el Sol desaparece para adormecer nuestras almas; unidas en un abrazo.
Entrelazadas hasta el amanecer siguiente, sin separarse ni un segundo, sin respirar otro aire sino el que emana de nuestro espíritu.
El primer rayo de luz que se cuela por la ventana, despierta nuestra mirada que se encuentra parpadeante hasta volverse fija, serena, y nuestros labios no pueden evitar el dibujar una sonrisa de perpetua felicidad.
Tu ser traspasa el amor, vence a la locura, convierte esta magia en lo inmortal,  y yo soy incapaz de darle un nombre a este sentimiento...




Por Beatriz Gómez:

La ira se apoderó de todo su cuerpo y en cuestión de segundos irrumpió sus robustas manos despidiendo de ellas aquel apara tejo minúsculo lleno de teclas. Fue a parar al cuadro de acuarela que tanto esfuerzo había supuesto pintar a  su madre. En el aparecían unas majestuosas enredaderas y a su alrededor revoloteaban coloridas mariposas, el fondo estaba tintado de azul. La anciana había dejado media vida en esa obra para que ahora su hijo en un golpe de rabia derribara su laboriosa construcción.
Después de escuchar semejante estupidez de cómo la República pretendía seguir gobernando el País, Nicanor atravesó la puerta y bajo de cuatro en cuatro los peldaños de la escalera sirviéndole de adminículo la ancha baranda de aluminio que decoraba los exteriores de la casa.
¡Pero qué burla era aquella!
¿No existía ningún ser capaz de hacer una mejora en el Estado?
Tal vez a estos políticos hay que lavarles un poco el cerebro, quizás practicar el anglicanismo no les viniese nada mal, a lo mejor un poco de religión  les ayude a  compadecerse algo más de sus ciudadanos que ya están un poquito hartos de que los muy sabelotodo no los tengan en cuenta y los manden a todos a  tomar por el puto culo con su magnífico Gobierno.



Por Beatriz Gómez:
El firmamento se abre a media noche y expulsa sus delicados diamantes, brillando más que nunca, danzando al son de la Diosa  nocturna.
El palpitar de mi pecho se vuelve constante,  miro al cielo y dejo que mis pensamientos se eleven hasta chocar  con uno de esos destellos que ayudan a iluminar mi noche.
La otra luz emana de ti; despacio andas hasta llegar a mí, mi palpitar ahora se acelera  y yo irremediablemente,  tiemblo.
Noches enteras observando tu rostro plasmado en un simple papel, rodeando tus labios con la punta de mis dedos y admirando tus ojos a los cuales les explicaba con palabras mudas cuanto te necesitaba.
Ahora estás aquí tan cerca y a la vez tan lejos.
Mi voz se nubla,   mis ojos sólo salpican lágrimas de alegría porque eres real, mis sentimientos escondidos crecen a medida que tú te acercas y vuelvo a lanzarle una mirada al cielo para suplicarle que  haga realidad mi deseo.
Una vez más;  para no seguir soñándote sin tenerte, para que tu corazón pueda entrelazarse con el mío, para alimentarme del iris de tus ojos cada mañana cuando despierte.
Tú eres mi  único anhelo…




Por Beatriz Gómez.

El ring del auricular taponaba mis oídos, mi sentido auditivo estaba deseoso de dejar  de escuchar el insoportable ruido. Era incapaz de moverme, mi ser era sumiso ante la pereza.
Insistente una y otra vez trastornaba todos mis sentidos, por un lado quería escucharle,  por el otro la soberbiatiraba de mí.

No obstante era cuestión de insistencia y tiempo, un tira y afloja que a la larga me hizo deambular de su brazo  y ser la envidia de todas las demás…
Mi espíritu estaba abducido; los circuitos de la capa interna de mis sesos chispeaban cada vez que observaba su torso desnudo, mi cerebro humeaba, lalujuria se había apoderado de mí.
Viveza de reyes, bienestar a raudales, tiempos infinitos de placer y un buen vivir donde la gula ocupaba una buena parte de nuestra vida.
El rosa pastel de la felicidad eterna fue degradándose hasta llegar al escandaloso magenta, la avaricia de su ser estaba destrozando el color de vida ideal.
Y se devasto completamente; abriendo heridas profundas, provocando inundaciones en mi rostro, cerrando la puerta de mi corazón para él por siempre, porque desde entonces  en mi cuerpo siempre permanecería la ira


Por Beatriz Gómez
Me enternece recordar antiguos momentos y va en contra mi  voluntad; a veces rozo la estupidez y me siento mediocre, quise apostar por la fuerza,  hacer indestructible algo para que no tuviera final.
Ahogue mis fuerzas llenas de tesón en un manantial de espesas lágrimas mientras me remordía la conciencia y malignos espirales retorcían mi estomago.  Al anochecer los gritos que expulsaba mi garganta desprendían tanto vigor que apagaba mi voz hasta el oscurecer siguiente.
Maldita impotencia que terminó exterminándome;  eliminando toda una dura siembra, salvando lo único de lo que siempre quise desprenderme, una cólera ardiente… 





Por Beatriz Gómez.
El movimiento que  a lo lejos reflejaba un brillo casi celestial,  estaba siendo admirado por sus incansables ojos que no podían permitir perderse el vaivén de las ondas marinas que besaban una y otra vez aquel enorme peñasco.
Sintió sobre su hombro un peso que desprendía calor  a raudales y giró su cuello para descubrir quién se atrevía a interrumpir su momento de reflexión. Cuando el cruce de miradas se produjo,  la sensación térmica que brotaba su cuerpo se pasó inmediatamente al suyo en décimas de segundos y se abrieron todos los poros de su piel para transpirar el calor desbordante que emanaba de ella.
La mujer  fría  se había casado con el témpano de hielo después de su  tormentosa separación, su corazón estaba helado,  permanecía así durante una década y su previsión era tenerlo dormido hasta el día de su descanso final. Nadie había podido despertarla en todo ese tiempo y estaba segura de que no llegaría alguien que lo hiciera,  pero el calor de esa mirada que se había cruzaba en su camino,  era completamente diferente a todas las demás.
Durante diez años había permanecido encerrada en su iglú particular impidiendo que los rayos de sol  tomaran su cuerpo para derretir toda la negatividad que surgía de sus pensamientos, no obstante el destino estaba haciendo su labor.
Era inevitable frenar lo que el Todopoderoso le estaba poniendo en su camino, debía ceder y callar porque esa sensación es la que estaba produciendo su corazón.
Volvía a latir, tanto tiempo invernando para revivir nuevamente, no daba crédito pero estaba feliz por lo que estaba sucediendo.
Jamás paso por su cabeza  volver a recordar lo que un día la hizo ser la mujer más dichosa del mundo;  cuando amó por primera vez,  ese amor la hizo ser  la más  afortunada pero también la más desgraciada y venció la tristeza a la alegría,  borró de su mente sus puntos cardinales, de su corazón todos los sentimientos puros y el alma decidió congelarlo por el resto de sus días.
Pero el destino está ahí;  dejando que demos nuestros pasos, que retrocedamos o que sigamos,  pero llegado el momento ya no podemos decidir por nosotros mismos.

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