Vivimos inmersos en una
sociedad actual que enaltece ciertas cualidades infantiles en los hombres de
nuestro mundo pasados los treinta. Confundimos esta imagen con la de un
potencial inmaduro, es decir, si tu pareja se comporta como un niño antojadizo
reiteradamente, a pesar de ser un treintañero, no es precisamente porque esté
de moda, sino porque detrás de sus encantos infantiles se esconde un adulto
egoísta.
Los inmaduros se reconocen fácilmente, y en la mayoría de
los casos, en la intimidad.
Ellos, no hablan de sentimientos, sólo de necesidades.
Están abducidos por la juventud y en el peor de los casos, obsesionados con
ella.
Su miedo a la soledad y sus inseguridades los hace estar
centrados en pedir y recibir sin dar nada a cambio, algo usual en el egoísmo.
Muchas mujeres hemos experimentado la sensación de estar
junto a un eslabón perdido, después de haber pensado primero que nuestro chico
estaba sometido a su niño interior, cuando en realidad es un adulto que de
forma deliberada actúa sin tener en cuenta lo que puedan sentir los demás, ni
si quiera nosotras mismas, aunque por el contrario, ellos, si piensan que su
pareja deben saber todo lo que piensan en cada momento.
El miedo de ser apresados y el deseo de ser eternos Don
Juanes los vuelve huidizos. Por este motivo difícilmente conseguiremos un
compromiso afectivo por su parte. Algo que a menudo nos hará sentirnos solas y
que ellos nunca entenderán.
Los inmaduros buscan ejercer
poder pero, generalmente, desde abajo, es decir, haciendo dudar de sí misma a la persona que no satisface sus
necesidades o socavando su autoestima.
Por tanto, su estrategia consiste en culpabilizar a todo ser que respire
a su lado cuando no pueden conseguir lo que quieren, y para que se haga cargo
de sus errores.
Por
ello, si estás enamorada o tienes una relación pasajera con alguien así, no
cometas el error de expresar tu furia cuando detectes que hace horas que no te
tiene en cuenta para nada.
Los psicólogos aseguran que esto no soluciona el problema y hace
que el inmaduro se encapriche aún más, castigándote de nuevo con su conducta de
aislamiento.
En
lugar de enfadarte, ignórale y organiza tu vida alrededor de actividades que te
beneficien. Tu ausencia será un mensaje que él no podrá pasar por alto mucho
tiempo, pero por cierto: tampoco esperes que vaya a
cambiar… porque, aunque parezca lo contrario, él ya ha crecido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario