El rincón de Beatriz Gómez

El rincón de Beatriz Gómez
Segunda presentación del Tercer Testamento

sábado, 17 de enero de 2015

PUERTO DE LA CRUZ


Por Beatriz Gómez

        Miles de voces salpican con retintín en mis sordos oídos. Son voces del otro lado del mundo, retumbando con fuerza e insistentes en el pabellón auditivo.
Frente  a mí el 1.900 que destaca en la fuente que sujeta al cisne.  Salpica una lluvia empobrecida, mientras las voces se siguen acercando y contemplando con sus ojos la belleza.
Pensamientos, pinos, abetos, violetas, palmeras y dragos, todo en su conjunto muestra una delicada magnificencia.
Los pajaritos y palomas dóciles se dan una ducha de agua templada. Las mariposas revolotean y juegan con el manto colorido de los pensamientos que duermen sobre la hierba fresca.
Repican las campanas y las casas conjuntadas de la ciudad abren sus balcones para recibir los buenos días.
Por primera vez aquí, di de comer a un pájaro. Se acercó confiado y me pidió almuerzo.
Ante mi asombro acerqué mi mano a su pico y le ofrecí unas migajas.
Picoteó cándido, feliz… disfrutando de mi generosidad.
Observo las palomas. La vida de las aves es fascinante.
Mariposas gigantescas mariposean alto, mientras el arte inunda cada uno de mis sentidos al compás de la madre naturaleza.
Vuelven las voces a retumbar en el instante de silencio, esta vez, mucho más cercanas y del mismo mundo del que yo vengo.
Fuertes, retumbantes, envolventes y desagradables, chocan en mi pabellón hasta rozar mi tímpano de un suspiro.
Me desagrado. Son los viajeros que embarcan en el navío. Hoy surcaré los mares con la concurrencia.
Sigue mi trayecto después de la ligera escala en el muelle de San Sebastián.
Las luces del transatlántico se intensifican con la luz nocturna y yo camino despacio por sus rincones embobecida mirando por los cristales como me adentro en el lejano horizonte.
Por momentos siento que puedo rozarlos con los dedos, difuminando su línea horizontal tras el cristal.
Vamos dejando la tierra a la vista. Atrás quedan los sueños que llevé impresos en mis pensamientos.
Allí dejo una parte de mi vida, esa que descubrí en mi primera partida.
Un gigante marino me separa de ti. Nuevamente me alejo después de acercarme.
Descenso sobre los sillones de la ciudad flotante. Sólo el mar fue capaz de unirnos y también de separarnos.


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